DEBERES DEL GENIO por Manú

 

6  :  -Comunicarse con los demás y expresar lo que siente.

Si algún defecto tienen las personas geniales -(y suelen tener muchísimos)- es el de ser unos bocazas y excelentes comunicadores -a su modo-. Así que esta recomendación de Hugo Luchetti, aunque muy conveniente, está bien atendida.

Ser genial conlleva pensar y sentir de otra manera muy diferente a la tenida por normal y convencional en su época; y, al comunicar a los demás ese pensar y ese sentir, primero se suscita la atención, pero enseguida se suele suscitar la polémica, -y muy rara vez la admiración-.

Así que lo normal es que se cree una atmósfera tensa en las relaciones de las personas geniales con las personas normales, que en unos casos se resuelve al estilo Newton o al estilo Allan Poe, con crispaciones o con altercados, y en otros casos se resuelven con un cierto distanciamiento y exquisita suavidad en todo lo que sea posible, como en el caso Einstein.

Hay que tener muy en cuenta que la llegada sociológica de todo genio implica siempre la destrucción total o parcial de una concepción del mundo y un serio peligro para los intereses que se nutren de esa determinada concepción, tanto si se trata de música, arte, ciencia o política, o en el terreno que fuere. Claro que... también significa una creación con posibilidades inéditas para nuevos intereses, y si se saben hacer bien las cosas, la situación se suele compensar.

 Así que el punto 6 que estamos tratando se refiere más bien a una a modo de diplomacia que la persona genial debe inventarse para comunicar a los demás sus novedosas formas de pensamiento y de sensibilidad sin provocar en ellos las reacciones violentas típicas en toda situación de miedo o pánico intelectual y/o profesional. La aportación genial debe integrarse lo más y mejor posible en los intereses ya creados, sin despertar recelos antes de tiempo, y ofertándose como una solución más a los problemas ya reconocidos por el grupo social.

Todo empieza en mística y acaba en política; la genialidad también. Empieza en un descubrimiento personal de lo socialmente impensado; y el genio tiene así un primer momento juvenil y visionario que puede perdonársele si aprende lo más pronto posible a disimularlo y a quitarle importancia a sus revelaciones. La verdad es que hay genios tontos y genios inteligentes. Los primeros terminan siempre aplastados por su propia obra, mientras que los segundos dejan que sean los demás los que jueguen con su descubrimiento como con un juguete.

Los cambios efectuados por Einstein en la mecánica celeste han sido motivo más que suficiente para que lo crucificaran en cualquier campus universitario o en cualquier plaza pública cercana a un observatorio, pero la prudencia conque los hizo y el álgebra que se inventó para darse tiempo le permitieron salvarse.

Y ése es un buen ejemplo para todos los geniecillos y geniecillas posteriores.

M a n ú

 

7  :  -Estudiar la realidad en lugar de ilusionarse con ella.

Las personas normales normalmente no sólo se ilusionan con la realidad más o menos ilusionante en que estén viviendo, sino que con lo que se ilusionan por lo general es con las películas que se montan al estilo del cuento de la lechera.

Por eso Hugo Luchetti hace muy bien en aconsejarnos que no nos ilusionemos ni con la realidad más fascinante que podamos estar disfrutando en el presente real y cotidiano, sino que procuremos estudiarla para averiguar en qué es más o menos fiable y en qué otros aspectos es más o menos contingente o efímera.

Una feliz realidad es un don divino; pero los dones divinos tienen la curiosa costumbre de exigir cuidarlos día tras día, como ocurre con la salud, e igual sucede con los negocios, las relaciones personales y con todo lo afortunado.

Y esta permanente actitud intrínseca respecto a la conservación de la felicidad ya conseguida, en las personas geniales se acrecienta y agiganta debido a que en sus colosales empresas intelectuales se están jugando cada día el todo por el todo, pues cualquier descuido supondría inexorablemente una desviación.

Quienes ya estén acostumbrados a trabajar con larguísimos y enrevesados problemas matemáticos saben bien que el menor descuido pasará inadvertido hasta el momento final, en que producirá una solución completamente errónea.

Pues la vida real y la realidad son exactamente igual a un problema matemático donde cualquier error cometido seguirá pesando e incordiando todo el tiempo.

Por lo menos hasta ahora toda persona genial es una rareza, porque se espera de tales personas que el fruto de sus trabajos justifiquen a todo un siglo o más repleto a rebosar de mediocridades. Esa es su función, -la de construir un arco más en el puente multimilenario de la civilización humana-, y una construcción de tal naturaleza no puede por menos que ser un prodigio de ingeniería mental.

¿Qué sería de nosotros si Edison no hubiera inventado la lámpara eléctrica?

A aquella persona genialmente fabulosa todas las personas civilizadas debemos algo muy importante en nuestras vidas, y esta gratitud no debe extinguirse en todos los siglos de los siglos. Con toda certeza, aquel hombre genial del siglo XIX era consciente del inmenso favor que estaba intentado hacernos a través de sus ensayos y fracasos, coronados finalmente por el éxito. Y toda persona verdaderamente genial siente de ese mismo modo su compromiso con el futuro que está esperando que las grandes inteligencias hagan algo por atenuarle sus lacras y miserias.

M a n ú

 

8  :  -Buena imaginación, visión, memoria, análisis y razonamiento.

 

¿ Qué menos ?

Dejando aparte lo de la visión, -(que, si se toma en sentido físico, podría hacer pensar que no existen genios ciegos ni miopes, ni tampoco sordos, lo cual no es cierto, ya que han existido grandes genios con bastante mala vista y no muy buen oído)-, tenemos que toda persona genial posee una buena imaginación, una excelente memoria, una penetrante capacidad de análisis, y una capacidad de razonamiento muy superior a la normal. Incluso lo de la visión podría tal vez entenderse como una visión globalizadora que en una sola perspectiva incluye una multitud de elementos diversos no fáciles de ser relacionados entre sí.

En tal caso, Hugo Luchetti nos está mostrando los parámetros de la actividad creativa, -imaginación, síntesis, memoria, análisis y razonamiento-.

Síntesis es aquí equivalente a visión globalizadora de elementos diversos, asociados en razón a constituirse en una unidad de orden superior al de sus componentes.

En su forma más simple y objetiva, podemos observar la integración de estos cinco parámetros contemplando a un niño pequeño resolviendo alguno de los juegos preparados a base de piezas de colores y formas diferentes que suelen proponerle los expertos. El niño junta y separa piezas, -(sintetiza y analiza)-, recuerda e imagina por ensayo y error o acierto, y finalmente encuentra o no la lógica que justifica al resultado.

Con más o menos intención y suerte, todas las personas escolarizadas en su momento fuimos preparados para ser genios, pues los planes de estudio en al menos todos los países de cultura occidental tienden a desarrollar en los niños esos cinco parámetros; aunque naturalmente con unos se obtiene mayor éxito que con otros, -dependiendo esto sobre todo de las facultades innatas en cada sujeto-.

Personalmente pienso que cada persona es profundamente responsable de su propia vida, cualesquieras que hayan sido sus circunstancias, y que siempre es uno mismo el único que impone límites a su desarrollo intelectual y mental. Las circunstancias ayudan o estorban, pero no determinan. Y también ocurre que la vida es una serie innumerable de opciones y elecciones contrapuestas, y que cada vez que se elige una se está rechazando a la contraria. Muchísimas veces acertamos en la elección, pero también muchas veces nos equivocamos y elegimos lo contrario de lo que nos convenía. Y como todo acierto y todo error conlleva sus inexorables consecuencias buenas o malas, todos tenemos a fin de cuentas lo que nos merecemos.

Según hemos leído en otro sitio, la genialidad obliga a la persona que la posee a tener que hacer infinitas renuncias en su vida personal; y cualquiera puede ver que eso no tiene nada de agradable. Por lo que la mayoría de las personas prefieren quedarse en normales y no tener que renunciar a nada. Pero en esta disyuntiva se produce una curiosísima paradoja: Los placeres geniales son tan sutiles y tan intensos que compensan de todas las renuncias; mientras que la normalidad hace agua por todas partes y termina casi siempre de mala manera.

M a n ú

 

9  :  -Aprender a reconocer obstáculos o a descubrir problemas.

Para poder reconocer obstáculos es necesario tener previamente un designio, un propósito, un objetivo en la vida, una finalidad personalmente asumida.

Para poder identificar como problema a una situación es necesario tener clara idea de qué es lo que se quiere y de qué es lo que impide realizar ese deseo.

Para la mente animal los obstáculos y problemas simplemente no existen, -no son algo perceptible, ni mucho menos pensable-, pues para la mente del animal las cosas son como parecen ser, sin más posibilidades ni más complicaciones.

Es en la medida en que una consciencia se va dando cuenta de que las cosas no tienen por qué ser siempre como parecen ser, y de que siempre habrá más posibilidades que las aparentes, y de que las complicaciones son resolubles en ideas unitarias, ésta es la medida en que esa consciencia va desarrollándose a sí misma grados de inteligencia.

La mente tiene ojos; y esos ojos pueden ver más o menos o estar totalmente ciegos. Los ojos de la mente son los órganos psíquicos que le producen a ésta grados de inteligencia y claridad comprensiva. Entender y Comprender es lo que exigen de los seres las situaciones de la vida. El premio es alto, y también lo es el castigo, -supervivencia o muerte-. Normalmente el león se come a la gacela porque ésta no se ha replanteado nunca inteligentemente su situación ecológica en la pradera, ni ha buscado pastos donde no haya leones, ni menos aun ha ideado y construido armas defensivas y refugios. La gacela no entiende ni comprende su propia situación ni las posibilidades que podría aprovechar.

Y como es realmente tonta, el león hace bien en comérsela. La llamada "lucha por la vida" no es una lucha donde sobreviven los muscularmente más fuertes y perecen los muscularmente más débiles, sino donde sobreviven los que más inteligentemente aprovechan sus posibilidades y sus oportunidades, y perecen encambio los más ingenuos. Es así claramente observable que la denominada Selección Natural es en realidad una Selectividad para salvar a los seres más inteligentes y exterminar a los seres más tontos.

El caso del mundo animal es perfectamente extensible al mundo humano. Aquí también sobreviven y se imponen los que más inteligentemente aprovechan las posibilidades y las oportunidades, mientras que los otros tienden a perecer y a sumergirse en la decadencia y la miseria, -que es la forma en que los humanos se devoran unos a otros, después de haber sido abandonada la antropofagia-.

La gacela considera totalmente normal y natural que el león la devore, porque es tonta, y el ser humano en general considera totalmente normal y natural que la muerte acabe con él y se lo coma en la tumba, -por la misma razón-. Pero las personas que persisten en desarrollarse las capacidades mentales y psíquicas de detección de obstáculos que eventualmente se interfieren en sus propósitos y de descubrimiento de problemas que no son tales problemas para el común de los mortales, esas personas son los mejores candidatos a la Selectividad de Supervivencia.

M a n ú

 

10  :  -Piensa bien de sí mismo.

Tras el recuento objetivo de sus cualidades y defectos, parece ser, según Hugo Luchetti, que el individuo genial piensa bien de sí mismo. O por lo menos, diría yo, pasablemente bien. No que una persona genial pueda ser narcisista, -eso jamás, pues para ser narcisista es preciso ser primero tonto-, ya que un genio o una genia nunca llega a gustarse del todo a sí mismo o misma, pero igual que trata de ser justo con los demás, también a sí mismo se trata con comprensión y simpatía y valora sus esfuerzos y buenos resultados.

Está de todos modos muy claro que ese "bien pensar" de sí mismo no excluye nunca una continua y siempre alerta autocrítica insobornable; lo que a su vez tampoco excluye que ese "bien pensar" esté basado en una suerte de confianza en su propia ambición intelectual y en su indeclinable voluntad de no rendirse ante nada.

En el fondo de esta cuestión, la genialidad es lo que marca la diferencia, pues vivir normalmente es ver continuas claudicaciones por todas partes, continuas abdicaciones de deberes inalienables, continuas decadencias y degradaciones asumidas con la naturalidad de la costumbre general y compartida. El genio se rebela contra esa degradación del pensamiento y del sentimiento aceptada por la generalidad como inherente a la condición humana, y en esa rebeldía vital se reconoce a sí mismo como uno de los escasos supervivientes del naufragio.

Es natural y sobre todo es lógico sentir simpatías por los sobrevivientes de las catástrofes, pues éstos hicieron algo por sí mismos o convenciendo al Destino que los demás no hicieron. Siendo el riesgo igual para todos, está claro que los supervivientes se merecen vivir, aunque sea por razones misteriosas.  La vida de las personas geniales es prioritariamente interior, mental y psicológica; sus razones son su secreto, no tanto por secretismo como por inefabilidad, -por la imposibilidad de expresarlas en términos convencionales y de trasmitirlas a los demás sin que éstos realicen a su vez la alquímica operación de comprender-.

La persona genial probablemente no tenga nada especial en su cerebro ni en el resto de su somatismo, pero sí tiene y cultiva una especial sensibilidad para lo extraordinario y superior; un cierto sentido de la importancia; una percepción de lo cualitativo que nada tiene que ver con la cantidad, -criterio supremo para la masa-, y esa cualidad incomparable es la que le hace entrar a pertenecer a la serie de los que tienen verdaderos rostros sobre el océano de gotas anónimas.

Porque sólo quien encuentra es encontrado. Y sólo encuentra quien siente la llamada del misterio y acude a ella, a pesar de que el camino está muy solitario.

M a n ú